Diálogos y conflictos de varia indole

(UNA CARTA BREVE PARA JUAN M. MORO)

Querido Juan:
¿Cómo reanudar una conversación iniciada en tu taller sobre estas obras que presentas en la Sala Robayera? Lo que sigue más que definirse como unas notas críticas buscan un objetivo más modesto: sólo pretenden ser un apunte de asuntos esbozados aquella tarde de marzo que pudiera servir para retomar, en otro tiempo y lugar, un segundo momento de placentera polémica con sus alegrías y alguna que otra tristeza (alguna asomará entre líneas, ineludible), y también con algún cabreo común sobre el mundo del arte y otras cosas.

(UNA CARTA BREVE PARA JUAN M. MORO)

Querido Juan:
¿Cómo reanudar una conversación iniciada en tu taller sobre estas obras que presentas en la Sala Robayera? Lo que sigue más que definirse como unas notas críticas buscan un objetivo más modesto: sólo pretenden ser un apunte de asuntos esbozados aquella tarde de marzo que pudiera servir para retomar, en otro tiempo y lugar, un segundo momento de placentera polémica con sus alegrías y alguna que otra tristeza (alguna asomará entre líneas, ineludible), y también con algún cabreo común sobre el mundo del arte y otras cosas.
Esta serie, como sucede con tus trabajos anteriores, está tramada de sentidos herméticos imperceptibles a quienes se acerquen con una mirada indolente. Y en parte, ese hermetismo asociado a cierta alquimia de las imágenes, que tan caro resulta a tu sensibilidad, suele resultar refractario incluso para un público más curioso y activo, pues sabido es que tus aguafuertes grafían aporías filosóficas o nudos semióticos cuya interpretación se resiste a quienes se aproximen con vaga indiferencia hacia el arte, como quien busca un modo de entretenimiento amable. Y así. Sin embargo, las imágenes que has producido en tu trayectoria, si algo enuncian, tal y como las entiendo y disfruto, es una llamada al diálogo y a la inteligencia recreante respecto a imnúmeras cuestiones. Algo hemos conversado sobre todo ello, a saber: tus elecciones para modular plásticamente una lectura del mundo ejemplar de Platón respecto a las Ideas y las Formas; tus juegos intertextuales que abordan la idea de diálogo o una alusión sutil sobre la «Querella» entre antiguos y modernos (te llamarán anacrónico, me temo); la puesta en forma/obra de los conflictos que en diverso grado recorren, como la metamorfosis, cualquier ámbito de la vida y del sentido (y en esa sintaxis visual que inventas, tu apropiación de imágenes de boxeadores me parece fértil en connotaciones como marca epocal: espectáculo, competición y otras cosas que golpean un diálogo crítico, ¿O. K.?); o la ambigüedad herética de la obra titulada Gloria in excelsis; o la atención estética que focalizas sobre el abrazo gozoso del baile (ese otro diálogo dinámico de los cuerpos), o sobre esa otra atracción compartida por la mirada que declina en memoria del suspense cinematográfico (algo pertubardor puede acontecer), o por ese otro modo de suspensión del sentido (no menos perturbador, pero más gratificante) que porta un rostro colmado de éxtasis místico o erótico (sagrado o profano, poco importa). No quisiera insistir más en esta breve carta en la deriva filosófica de tus grabados -nada ajena a tu formación y a tu pasión teorética-, quizá sólo enfatizar que el hermetismo de tus imágenes procura múltiples lecturas a las que convendría acercarse con cuidado, con pies de gato.
En esta nueva serie te alejas de aquella interrogación sobre lo sublime romántico de la serie de grabados realizados en 1996 y 1997. Septentrión y compañía enuncian esa evocación fronteriza y paradójica que anuda emoción y razón: una invitación al extravío por paisajes imaginarios y abstractos. Ahora pareces preferir con respecto al mundo y a las experiencias una mediación más irónica y cuasi fría tan cercana de la poesía visual hermética de Marcel Broodthaers como del conceptualismo más lírico y naturalista de Edward Ruscha, además de los guiño s neopop, como observaba cabalmente tu amigo Fernando Zamanillo en relación a las obras que mostraste en Bilbaoarte en 2000. En tu propuesta actual, Diálogos, prolongas una apropiación de técnicas y de contenidos; y, al igual que en la serie titulada EGO-ECO, descubres ese juego de repetición y diferencia que tanto te gusta -de miradas, signos, palabras como metáforas visuales-. Y la repetición, como ha dejado escrito Deleuze, es transgresión. Pues eso …
Lo hemos comentado en otras ocasiones: en tu práctica artística de acucioso grabador renuevas una fidelidad al medio calcográfico hibridándolo con esos nuevos recursos expresivos y experimentales que permiten las nuevas tecnologías digitales. Se reconoce en tus grabados una atención singular a la calidad de la impronta. Y asimismo, cierta voluntad poiética informada de téchne y de mímesis actualizada (de nuevo, surgen ecos de la antiguedad griega). Pero en esa potencia constructiva que manejas, me interesa la extraña intimidad resultante de imágenes y palabras. A veces de modo empático y otras veces de modo colisionante, tal intimidad la percibo como signo de larga duración o reminiscente (¿huella precaria del tiempo como eterno retorno?). Lo visible emerge siempre como posibilidad, como potencia enigmática. Sea lo que fuere, añado una apertura más para seguir conversando.
Hasta pronto. Tuyos, mis saludos más cordiales.

FERNANDO GOLVANO
San Sebastián, 6 de abril de 2001